Hace escasamente un mes y una semana que nos vimos
todos en la presentación de dos libros de Alfonso y su hermano, el acto en sí pudo
ser una buena despedida de un alegre y satisfecho Alfonso, por un trabajo bien
hecho y totalmente terminado.
No fue precisamente un encuentro de elprimerlunes, pero
creo que esa presentación dejó plasmado uno de los valores de Alfonso: La
acción, la práctica, era esa actitud de Alfonso de rematar los proyectos con
este último y obligado paso que determina la plasmación de la teoría en
‘realidad’. Marcando el éxito o el fracaso, en el sentido de que las cosas tienen
un principio y un fin o un principio y un archivo.
Sin la acción, para nada sirve el esfuerzo de analizar
y saber incluso las soluciones si no se ponen en marcha las mismas. La dejadez,
la desidia, la falta de constancia eran los virus que a Alfonso no le atacaban.
Alfonso era un hombre eminentemente práctico. La prueba su gran amor a la
encuadernación utilizando sus propias manos para hacer prácticos los libros por él escritos.
El problema, y en un encuentro Alfonso nos lo transmitió
en el caso de Ocnos era: