Paseo, Tauromaquia y Mercado:
Era
uno de esos días sin sombras, nublado, con lluvias débiles y no muy frío. Con
este tiempo no tenía mucho sentido seguir el camino junto al río para disfrutar
de sus vistas y cogí por la calle Adriano. La calle Adriano se ha vuelto mitad
torera-españolona con escaparates llenos de objetos para turistas y la otra mitad
de nuevas y viejas tabernas entre el Pópulo y el Arenal. Toda ella envuelve el
norte de la plaza de toros que es de donde emanan, llenando el ambiente como
gramíneas imperceptibles, las sensaciones de los silencios profundos,
respetuosos y expectantes tanto en las tardes de éxitos con palmas como los
silbidos y gritos de los fracasos. Los ecos de ambos perduran en el tiempo y en
el aire. Esta atmosfera se crea en el trasiego entre la vida y la muerte, un acto
ineludible e irremesible en la tauromaquia que es esencia de la misma como lo
es en la vida humana.
Dicha
atmosfera se mantiene desde siglos aferrada a profundas raíces históricas, pero
no ha escapado al olfato del “Mercado” que la ha convertido en “mercancía
cultural” representándola en multitud de baratijas y sayos. Todo se puede
convertir en mercancía. Todo se puede vender, todo se puede devaluar y todo
puede perder su dignidad. Los pregoneros del Mercado dicen: “Se ha encontrado
un nuevo nicho de negocio, para emprendedores de ímpetu” o igualmente “El
mercado de los alcachiperres de la fiesta nacional ya mueve tropecientos
millones de euros…”
El
icono de las tertulias lleva tiempo dando prioridad a los platos principales,
vistosos y potentes. Creo que para este encuentro le daremos preferencia a un
plato de entrada, complementario, pero de gran éxito entre los comensales por
su frescura y sabores. Esta entrada es manufacturada siempre por J. Antonio que
le tiene cogido el punto.