En estas
fechas andaba, como me es habitual en los veranos tardíos, por el Algarve (“El
Oeste” o ”El Occidente”).
¿Por qué en el Algarve?
El Algarve lo
crucé por primera vez, cuando tenía 25 años, a finales del 1975 en el apogeo de
la revolución de los claves (25 de abril de 1974) para ir a vivir Lisboa y su
revolución. Un momento de ensueño histórico para las clases trabajadoras del
mundo que jamás olvidaré, nunca se borrará de mi mente los rostros de portugueses
y portuguesas, de jóvenes convencidos de su protagonismo y de su futuro, todos
hablaban con todos y también con nosotros. Una alegría colectiva se adueñaba de
todo, todos y todo el tiempo.
Fue
nacionalizada toda la banca y la mayor parte de la gran industria, en esa
situación llegamos al centro del laberinto con mi hijo de apenas un año y éramos
testigos admirados de nuestros alrededores, desde la avda. Marqués de Pombal, en
el hotel Lis sobrio y con el sabor añejo de Lisboa, mirábamos sorprendidos los pueblos
con sus paredes pintadas con sueños, sus carreteras con mensajes a todo un país
que se sabía con el futuro en sus manos.
Un poco más
tarde, cuando el Fado (1) se impuso con las ayudas reaccionarias internacionales
y establecieron la constitución del 1976 que frenó a las fuerzas
revolucionarias populares, allá, quizás, en el 77 o 78 , volví a cruzar Portugal
desde Faro a Oporto y me encontré a
Portugal en silencio, un país que se movía en marcha lenta, ciudadanos respetuosos
como siempre, pero cabizbajos. Pase por Grándola y crucé la bahía de Setúbal
guiado por delfines, comí en el restaurante “La Democrárica” de Coimbra sobre tapetes
pulcros de cuadros rojos y blancos, y escuché la tristeza en los fados de la
venerada Natalaia dos anjos en Oporto y nos emborrachamos en las bodegas de Oporto de
tristeza de fado y de vinos blancos y tintos, de esos vinos del Duero que el
mundo entero respeta y desea.
Hasta
principios de los 80 no me repuse del impacto sufrido y volví al todavía
desconocido Algarve y sus playas largas, frías y solitarias, cuando no
recogidas y abruptas calas de difícil acceso, pero siempre de aguas transparentes
y heladas. Conocí a mi amigo José Lourenzo Torres o Pepe Torres, natural de
Aljezur, que durante el verano gestionaba un humilde bar-restaurante en
Carrapateira de apenas tres mesas, “EL DESCONOCIDO MAESTRO DE LA CATAPLANA”
jamás probé otras cataplanas como las de Pepe Torres (este año estaba cerrado),
y desde entonces no pasa un año que me
reencuentre en Lagos con nuestros entrañables vecinos portugueses y pasee con
mis hijos y nietos por la cosmopolita Lagos, nunca saturada, por La Luz,
Burgau, Raposeira y sus playas de sugerentes nombres como Ingrina y Zavial y
otras y otras…
Muchas
historias más y otros personajes y vivencias han logrado que nuestro pequeño mundo familiar
se extienda hasta el Algarve y éste forme parte de nuestros sentimientos y
sueños tanto como Triana o la Macarena.
No obstante
mi amigo Pedro, amigo común de todos nosotros desde sus raíces y entrañas, llamó para
interesarse por donde andaba.
En fin, quizás
más adelante anotemos el menú de este día, para como dice Alfonso no repetir.
¡Bueno! Como
podéis comprobar ni aún no asistiendo al encuentro os libráis de una crónica.
Nos vemos en el siguiente.
Antonio
(1) En palabras
de Pessoa: … El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de
Portugal al Dios en que creyó y que también le abandonó.
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