Hace
tan sólo un día que se ha celebrado el día grande de los cementerios de España,
el día de los difuntos, de los muertos o de las ánimas. Me gusta más el segundo
nombre porque me resulta más cercano y directo, así lo nombraban mis padres, mi
abuela y la gente del barrio. Todos los cementerios se han llenado de visitas
de familiares de los que allí posan. Ha habido muchos trasiegos, rezos,
comentarios, llantos y alguna sonrisa, se han llenado de flores las tumbas,
sepulturas, nichos y panteones y se han cubierto de color y olores, en
definitiva de todo lo que allí falta: de
vida.
Se
vuelve a reponer el Don Juan Tenorio del vallisoletano José Zorrilla. La
Hostería del Laurel es más visitada que de costumbre para tapear y ver si
coinciden con alguna representación del Don Juan, y los sevillanos descubren
que hacía tiempo que no paseaban por el Barrio de Santa Cruz, hoy colmado de
turistas que bienvenidos sean por su curiosidad por nuestra historia, nuestra
cultura y manera de entender la vida y no por su dinero.
Lo
que entiendo, pero no justifico, es el porqué las instituciones declaran festivo
el día anterior, el día uno, el de todos los santos y es que en definitiva
importan más la iglesia oficial que el pueblo llano que se duele cada año con
el recuerdo de sus seres cercanos y profundamente queridos. Así nos ponen las
cosas los influyentes poderes, como a ellos les viene bien o simplemente para
que quede claro el principio de ‘autoridad’ en el orden establecido, quien es
quien decide y quien puede reconducir sentimientos afectivos tan naturales y
viejos como el homo sapien que, por cierto, no tenía santos y sí muertos.
La cueva:
Sin
duda este peculiar encuentro desubicado geográficamente de la rutina lugareña
de El Arenal de Sevilla, e incluso algo adelantado de fecha es justamente
representado por la cueva granaina que Emiliano ha retocado para que quede como
muestra la imagen.
La salida:
El
día tres, el del encuentro, transcurría con tendencia al gris, día de pocas
sombras y con tendencia a lluvias lo que
implica coches a la calle, en lugar de paraguas, lo que junto a ser viernes que
terminan las jornadas de trabajo - cada vez más tedioso por lo poco considerado
y mal pagado - , el personal sale ‘como alma que lleva el diablo’, todos a la
vez y todos atascados. De tal manera que para ir hacia el Este tuvimos que
coger para el Sur, opción que también fracasó y por ello hubo que tornar a otra
alternativa: la que une la salida de Cádiz con la de Granada-Málaga buscando
Alcalá de Guadaira o de los Panaderos, como la llamábamos antes cuando Alcalá
nutría de pan a media Sevilla.
La comida en Arahal:
Hasta
última hora estaba garantizada la participación en la pequeña Odisea de Alfonso
que tuvo que declinar el paseo por razones personales, cosa que le torció la
sorpresa que nos tenía preparada, también a nosotros. Alfonso contaba con
repartir en mano en La Mazaroca la invitación a un genial acto en fechas próximas
y que daremos cuentas del mismo en este blog en la siguiente publicación. De
igual manera estaba confirmada la imposibilidad de participar de Alberto que
subía al norte por compromisos fraternales muy a valorar y la de Luis que se
encaminaba al alto Perú.
Tarde
ya, por los contratiempos, y bajo paraguas nos encontramos todos los audinautas
en la taberna La Mazaroca del Arahal, “lugar del camino para parar y descansar”
como bien ya anuncia el propio nombre del pueblo. Taberna recomendada por Enrique
que tiene la fortuna de visitarla a menudo…
Solomillo:
Este
es uno de los platos de una lista interminable que dispone esta taberna, platos
todos muy bien presentados y mejor cocinados, todos con buenas soluciones
profesionales. Pudimos, por tarde, encontrar mesa y así además de este plato
tomamos una suprema de rosada y una fritura de verdura y gambas, similar a los
‘calamares del campo’ o un ‘tierra y mar’ que se preparan por tantos bares de nuestra
tierra. Hay que decir o resaltar el buen nivel del frito de La Mazaroca y
también el que tantos profesionales dominan como buenos alumnos que han sido de
esas miles de mujeres que lo han ido perfeccionando siglo tras siglo.
Lo
que decíamos, para que más. En cuanto al vino Enrique creyó que Ramón Bilbao
era un buen vino para acompañar el solomillo y por qué no mantenerlo para
acompañar el resto de platos.
¡
El café !. El café lo tomamos dentro de un rato, para hacer más relajado el
viaje dijo Miguel, además Granada nos
espera tranquila, no se va a ir tras Boabdil. Eso sí ¿Dónde paramos?.
_
Emiliano respondió que en ‘La Venta del Cruce’.
_
¿Qué cruce?.
_
¡Bueno!, si no la conoces, entonces en ‘Cá Manolo’
_
¿Qué Cá Manolo?
Y
aquí la liamos, porque ¿Cuántas ventas del cruce habrá en España y cuantas cá
Manolo?, lo cierto es que todos sabíamos a cual nos referíamos y allí nos
vimos, después de que toda el agua no caída en los últimos meses cayó de una
vez sobre nosotros.
El viaje:
'leed esto sobre Greenpeace que no es un mindundi quien lo publica'
Lo
que no quita, que a veces tus ideas perversas se puedan volver contra ti
mismo. Ojalá petroleras y nucleares se anulen entre ellas y se desarrollen las energías limpias y sostenibles:
eólica, solares, mareas, saltos de agua, etc. etc..
Creo que fue pasado Antequera, por las zonas altas de Loja donde llegó el diluvio y donde la tarde se hizo noche ayudada de los negros nubarrones y la lluvia. Hubo que aminorar la marcha hasta mínimos porque hasta granizo cayó y algunos vehículos pararon, de vez en cuando relámpagos y rayos ayudaban con su luz a ver las señales que nos indicaban el km por el que marchábamos, pero durante un buen trecho del camino la cosa estuvo animada, digo: mojada.
La
tecnología de comunicación rindió con lo que se le demanda, faltaría más, así
como los fogonazos naturales, de tal manera que nos informábamos a qué
distancia íbamos uno del otro, quién iba el primero, por el Km que pasaba y cuando
hubo que parar. Decía ¡faltaría más! Porque una cosa es el servicio y otra, muy
distinta, es lo que hay que pagar mensualmente por ellos (antes bimensual y
ahora mensual para reducir el impacto) pago que nada tiene que ver con su
coste, de ahí las cuentas de resultados de las operadoras.
Entrada a la cueva:
El
café fue rápido para compensar la baja velocidad media, pero poco después
estábamos en la gasolinera con super, cercana a la casa de Emiliano, que nos
permitió proveernos, dada la climatología, de material para cenar de manera
improvisada y contra programa, en la cueva remozada por el mismo Emiliano, con unas
chacinas de la tierra con unas cervezas y tinto mientras nos explicaba los
intríngulis de las obras.
Emiliano
no sólo maneja espacios, estructuras y formas que plasma en un folio como
bocetos de cuadros, no sólo ideas ya sean de una simple cueva - el aposento
primigenio del hombre - o ideas de tremendos edificios, sino que disfruta pasándolas
del papel a la realidad. A Emiliano le gusta el contacto con la tierra,
ladrillos y cementos, pinturas e iluminaciones, construir la salida de humos
que surgirán misteriosamente de la ladera de la montaña. Emiliano confiesa que se
libera de las penurias diarias que desde hace algunos años invaden todo
nuestros espacios.
Copa:
Podríamos
habernos llegado a tomar una copa a Plaza de Toros o a cualquier otro simbólico
lugar de Graná, pero las lluvias imprevisibles que iban y venían aleatoriamente
nos frenó, de manera que paseando hacia los túneles, con las huertas y el río
Genil a la izquierda poco visibles por la hora, nos sentamos en un lugar
atractivo y cómodo en el que conversamos respetando el conjuro unánime de que
no se hablaría de Cataluña.
Miguel,
siempre ocurrente nos narró, porque Miguel no cuenta Miguel hace narraciones de las
conversaciones de los ‘sabios populares’ que trabajan con él, en este caso sobre los hijos
de los mandamases, sí esos que están colocados por ser hijos de… ¡Que sí! ¡Que
sí! Que están todos metidos en las diputaciones, ayuntamientos, agencias y por
todos lados de la Junta, coño que se reconocen muy fácilmente, na más que los
ves. Son todos esos niñatos que tienen los coches de los aros y las casas con
cristales. Esto último dio mucho de sí.
Allí
vimos llover con intensidad nuevamente, un fuerte chaparrón procedente de la
tormenta que habíamos dejado atrás y que ahora desaguaba a la entrada de la
ciudad.
La
vuelta a casa la hicimos sin prisas bajo una llovizna muy suave y ligera, en
breve llegamos al arco que deja la acequia del cadí para llegar a casa de
Emiliano donde nos distribuimos las camas: unos eligieron la cueva y el resto
la casa.
De buena mañana:
No
se les pegan las sábanas a los primerlunenses y pronto pudimos comprobar que a
efectos de agua habría algo más que las de las duchas, predominaban los tonos parduzcos
en las laderas de la montaña, porque el sol estaba oculto por nubes oscuras y
cargadas de agua, pero éstas no evitaban la impresionante vista de los cerros
que teníamos al otro lado del Genil, grandes cierres de cristal dejaban una imagen
natural y real que no era, por cierto, un gran mural porque este que teníamos
delante cambia continuamente de luces y colores.
Hacia
la izquierda los tejados mojados y parte de las fachadas de las casas también
son atractivos, siempre sugerentes, pero había que irse a por la cafeína, con
paraguas desde luego, y con las tostadas ya desarrollaríamos el programa del
día.
Sentados
y de sobremesa matinal, a la espera de que aminoraran las aguas, Emiliano, el
anfitrión, nos contó los orígenes de las ahora dos casas y antes la de los
padres, las utilidades de la cueva que él mismo le sacó y los encuentros en
ella con Pedro y Miguel, en los años mozos, pero como no escampaba las
conversaciones cruzaron el charco del Atlántico y varias e interesantes
anécdotas vividas por Emiliano conocimos con sorpresa y emoción… ¡Escríbelo
Emiliano!, le propusimos algunos.
Que
nos gustan a las personas las narraciones, tanto o más que a los niños los cuentos.
Pasaríamos horas intercambiando las historias, las vivencias de unos y de
otros. ¿Fue Homero el primero en darse cuenta de la demanda de la ciudadanía
por conocer los sucesos de las gentes?.
¡Bueno!
Propuesta uno: al centro de la ciudad pese al agua, propuesta dos: visitar el
Centro Comercial Nevada de Armilla, un centro al que la Junta ha de indemnizar
con 157 millones de euros por suspensión de licencia, unos milloncillos que
pagaremos entre todos, una visita al Hospital Campus de la Salud, unas compras
para el almuerzo y unas tapas en el Diamante… Se eligió la segunda.
Centro Comercial Nevada:
Decían
Emiliano y Enrique que el centro es desproporcionado respecto a la población
que pueda cubrir porque ésta no llegarían a los 400.000 habitantes. ¡Ya veremos
cuanto aguanta!. Lo que si era cierto es que las proporciones eran enormes en
superficie, aparcamientos, tiendas y restaurantes, etc.
¿Se
extenderá lo detox o se extenderá la tradición zen
(austeridad, simplicidad y pobreza)?.Algunos harán todo lo posible porque no sea así.
Campus de la Salud:
¿Cómo no visitar al hijo? Y en efecto Enrique y Emiliano no podían dejar de visitar el último Hospital construido en Granada que tampoco tiene nada de pequeño, pero con mejores intenciones que Nevada. Tuvimos sensación de tranquilidad o de poco bullicio por la poca gente que circulaba por los enormes pasillos, un edificio público de una dignidad tremenda e inimaginable en buena parte de países avanzados.
Pedro
también añoraba la visita dado que fue partícipe en el aspecto de la atención a
los ciudadanos, a los visitantes que esperan y desesperan por sus familiares
enfermos. Pedro dejó textos de fácil lectura, no sólo por sus dimensiones, que
también, sino por su contenido en cada una de las plantas del hospital. Textos
de viajeros que llegaron a Granada en diferentes siglos y que quedaron
enamorados de ella. Un trabajo concienzudo, un trabajo de búsqueda y selección
que le exigieron horas y horas hasta definirlos. (Aunque se publique este
encuentro sin ninguno de ellos, añadiré más tarde alguno al mismo).
Paraba
a ratos la lluvia, lo que permitió que permaneciéramos secos todo el tiempo. Entre
un lugar y otro podíamos contemplar cercano “El Cerro” más conocido como Mulhacén en el que algunas
zonas blancas anunciaban sus nieves. Granada es montañosa tiene cuestas y
pendientes y las vistas cambian según a la dirección que mires. Contaba
Emiliano que cuando llegó a Sevilla había algo que no le cuadraba hasta
comprender que era una llanura que las vistas eran calles y calles y a veces la
Giralda y desde sus afueras sí que habían algunos alcores y aljarafes (oteros o
elevaciones), eso le tranquilizaba.
Callejeando
fuimos a por sustento a un super más controlable. Las alternativas de menú que
ofrecía Emiliano en su seguridad de ofrecer calidad y también porque el tiempo
acompañaba eran: unas migas o papas a lo pobre, buena parte se inclinaba a las
migas, pero recordé al personal que las migas fueron lo último que Emiliano nos
preparó y que por tanto ahora tocaban las papas a lo pobre y así quedó.
Emiliano
creía que merecía la pena visitar uno de los bares ‘Los Diamantes’ de los que
hay varios en Granada, en los que sirven unas buenísimas y generosas tapas y
destacan sus fritos de pescado o gambas. Dicho
y hecho, en una mesa alta y larga, accesible por ambas caras, tomamos el
aperitivo elogiando la calidad del frito de pescado seco de aceite, nada de
fritanga… Habrá que visitar los otros diamantes.
Papas a lo pobre:
Todos
participamos en las tareas auxiliares y Emiliano se enfrentó físicamente a la
cocina dominando botones de funciones de control de temperaturas y tiempos. Una
tira larga de bombillas led bajo los muebles de cocina ofrecía una iluminación
singular.
Una
mesa en L como continuidad de la encimera era el soporte auxiliar para la
preparación de los alimentos y una ligera escalera de chapa metálica plegada, salvo
sus primeros peldaños de madera que también hacían las veces de muebles
estanterías, impensable de diseñar y menos de implantar en aquel espacio de la
primera planta. Dicha escalinata dividía la planta baja en dos singulares
estancias: cocina y salón. Los pasamanos tubulares, se identifican porque es
intuitivo su uso, se alternan en dos tramos en uno y otro lado. ¿Dónde la mesa
para comer? Pues justo debajo de la escalera cuando su altura lo permitía.
Tres
colores tiene la casa de Emiliano: Blanco, madera clara y gris suave. Muebles
que parecen no existir muchas veces camuflados con las paredes, con tiradores
mínimos en tamaño y muy sencillos en la forma… cómoda, acogedora, elegante,
sencilla, práctica… así me resultó la casa de Emiliano.
Este
fue el resultado final, digamos que las patatas a lo pobre con sus pimientos y los
dos huevos fritos es como una tortilla de patatas desestructurada. Sabemos que
la combinación de la patata y el huevo satisface universalmente, pues lo mismo ocurre con las
patatas a lo pobre con sus pimientos y los huevos fritos, nadie las rechaza,
todos la saborean como plato de restaurante con estrellas Michelin.
Antes
que ellas picábamos lonchas de jamón, chacinas y picadillo con cerveza y tinto
sosteniendo conversaciones lugareñas, muchas fotos se hicieron de detalles de
la vivienda, de sus terrazas y de las vista de su entorno que se podían
contemplar un buen rato sin cansarte.
Creo que los huevos fritos deben aparecer... sería un sacrilegio obviarlos, aunque sea en imagen mínima.
Teníamos
tiempo para tomar un café y una copa y volvimos a caminar hacia los túneles, salió
el sol y el paseo mejoró esta vez viendo y no intuyendo como anoche las huertas
del Genil y sus arboledas, hasta llegar a una cafetería con jardines a
propósito de días soleados, pero también un salón cómodo y acogedor. Se deja imagen a continuación de estos párrafos
Ante el
café y la copa surgieron comentarios acerca de nuestros orígenes y de nuestros
ascendientes de su modo de vida sus modos de ser y también sus tropiezos,
penalidades y sus esfuerzos para salir adelante. Todos de una u otra manera lo
lograron, todos éramos la prueba y testigos de que así fue y todos estábamos orgullosos
de ellos (Padres y Madres).
Vista al exterior desde la cafetería.
La vuelta:
Emiliano
se quedaría, tenía previsto trabajar en la pequeña cueva ubicada justo al lado
de la prácticamente terminada que aún le queda por adaptar.
La
vuelta fue tranquila y se pudo parar para tomar un refresco y comprar a los
nietos y compañeras, al menos, una caja
de piononos de Santa Fé.
Gracias, de todos los asistentes, Emiliano por tu hospitalidad más que demostrada y por todo lo demás.
Nos
vemos pronto
Antonio
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