miércoles, 31 de agosto de 2011

Mi casa. Hace casi 10 años

Nueve años hace ya, nueve  años. Como pasa el tiempo. Proyecté mi casa, teniendo en cuenta "la polivalencia" que me imponía la incertidumbre del futuro. Un futuro que no era capaz de predecir después de mi dolorosa separación. Casi diez años y parece que fue ayer... Como decía mi padre.

En principio viviría solo. El corazón me decía que quería vivir solo, quizás fuera un sentimiento  de autoafirmación, de legitimo orgullo, de deseo de superación, quizás también de terca arrogancia, de vulgar resentimiento. Sin embargo la razón me obligó a dejar abierto el resquicio de una posible conviviencia en pareja para el futuro. En ello andamos... Digamos que en pareja, pero no en conviviencia, aunque si, en connivencia. Esta posiblidad era una más. La casa ha dado sobradas muestras de adecuada morada para esta relacion connivente, con Isi, mi pareja. Dicho sea de paso, también sirvió para albergar otra "connivencias" previas, mas cortas, pero no por ello, menos auténticas.

Tras la separación, mis hijos vivírían con su madre, pero la "incoherente" lógica del futuro, debería contemplar la posibilidad de que puntualmente, temporalmente ó definitivamente, juntos o por separado, la una ó el otro, pudieran también compartir la nueva casa. Todas estas posibilidades se han dado y la casa ha mostrado su capacidad para el acogimiento urgente ó inesperado, la cohabitación respetuosa y equilibrada y la más entrañable relación familiar, que de todo ha habido. De todo hay

Por otro lado estaba mi madre que acababa de perder a su marido, mi padre. Mi madre, apresada por la pena de "la ausencia", a quién mi casa quiso regalarle un espacio, que ella, viuda "inexperta" fue incapaz de aceptar. Ella acostumbrada a "casas como las de antes", con sus tejados de teja, su pila de lavar, su porche y su acequia. En el rincón de la entrada de la casa, hasta hace poco tiempo, estaba la caña que ella usaba en sus paseos vespertinos, y el patio recuerda su lento deambular con la regadera en la mano.

Hace unos dias, bajo la tutela docente de Alex, tuvimos una sesión  fotográfica en el taller de mi querido vecino Jose Miguel Vega, novel y ya experimentado constructor de guitarras, carpintero musical ó artesano guitarrero, acepción que finalmente, acertadamente,  ha escogido. Jose Miguel Vega. Artesano guitárrero. Gelves. Suena bien. Tras la sesión fotográfica, entramos un momento en mi casa y poco ó nada tuve que sugerir para que Alex me planteara la posibilidad de hacer un reportaje fotográfico de la cosa. A Alejandro le gusta mi casa. Yo creo que a Alejandro se le nota mucho cuando un tema es susceptible de un buen reportaje. Entonces a Alejandro le gusta la cosa. Es la manera que tiene Alejandro de calibrarr y baremar las objetos, las situaciones, el entorno. Probablemente no ande muy descaminado. Lo digo porque hay mucha diferencia entre tomar fotos y hacer que la realidad penetre por el objetivo de la cámara y se apodere de la fotografía. La confusión entre la esencia y lo que parece, es total. Alejandro dice que un motivo le gusta, cuando va a ser mas relevante, mas entendible, mas "real" a través de la fotografía que entre él y su "nikon 300" están ingeniando. No hay acto más gratificante. Sin formar parte de la esencia de la cosa, al final, se convierte en esencial.

Este es el reportaje de Alex. Me gusta porque el reportaje es de la casa, de su arquitectura, de sus formas, pero a través del objetivo se han introducido imágenes de " la casa", la casa que proyecté hace casi diez años, como pasa el tiempo,  como decía mi padre..... con la incertidumbre de un futuro que ahora es pasado cierto y un presente de nuevo incierto, como suele ocurrirle con casi todos los presentes. Quería hacer un reportaje de la arquitectura de la casa, el reportaje que se hace al terminar la casa. Ese reportaje que hacemos cuando acabamos nuestras obras hospitalarias, sobre las que solemos hacer una reseña en nuestro blog de Planho. Reportaje casi furtivo realizado en el casi siempre "breve espacio" que trancurre entre que se limpia la obra y empiezan a deambular camillas, carros y personajes con batas blancas y pijamas verdes. No hicimos el reportaje de la casa en su momento, entre otra cosas porque Emiianito y yo entramos en ella antes de que estuviera acabada del todo. "...la incoherente lógica del futuro..." como decía al principio. Han pasado ya casi ocho años en que Emilianito y yo ocupamos la casa, sin recepción provisional previa ni nada. Y en este periodo, como contestaba Virgilio, mi compañero de pupitre en la escuela de Rubite, cuando Don Fernando, el maestro, le reprendía por no llevar hecha la tarea... "no he tenido lugar"...para hacer las fotos, diría yo.

Ahora tenemos reportaje, pero ya no es publicable en las revistas y blogs de la cosa de la arquitectura. Porque han pasado casi diez años, como pasa el tiempo, parece que fue ayer, como decía mi padre..... y la casa ha sobrepasado ampliamente a su arquitectura. Pero no obstante esto da origen a amplias consideraciones, incluso amplias controversias. En este caso me refiero a controversias internas, a controversias conmigo mismo. Entre Emiliano arquitecto profesional, arquitecto racionalista por entonces y espero que por ahora, que proyecta una casa para un individuo, llamado Emiliano, que demanda una "polivalenecia funcional", casi imposible de predecir para un futuro incierto, que ya es pasado cierto y Emiliano, persona física, ente espiritual, entonces vacío de sentimientos  reconocibles, salvo la extraña y profunda desazón que en el fondo del estomago produce la ausencia de los hijos. Incluso tengo que decir que recién habitada la casa empezé a preocuparme por el peso que la arquitectura imponía sobre nosotros, padre e hijo, débiles, desorientados. Los amigos, siempre animosos, siempre efusivos con la configuración arquitectónica de la cosa, de la casa, siempre dispuestos a diatribas formales y espaciales para evitar con actitud indulgente y "compasiva", el debate de la falta de equilibrio entre la fortaleza de la arquitectura de la casa y la "debilidad institucional" de sus moradores.

Han pasado casi diez años, como pasa el tiempo, parece que fue ayer, como decía mi padre.... y hemos hecho un reportaje de la casa y he querido hablar de arquitectura y no he podido hasta ahora. Quizás este sea el mejor argumento en favor de la propia arquitectura. De la capacidad de esta para generar ilusiones, para catalizar sentimientos positivos, para ofrecer amablemente espacio para el entendimiento, para el cariño, para el afecto o simplemente para ofrecer el lugar tranquilo, confortable para nuestro deambular cotidiano.

Han pasado casi diez años y percibo plenamente, serenamente, el equilibrio entre la arquitectura de mi casa y las necesidades de sus moradores, la coherencia entre sus espacios, entre sus formas y "nuestra" forma de vivir, de entrar y salir y de ir y venir. Nada nos sobra, nada nos falta. Ahora aprecio claramente la mesura de sus dimensiones, la cadencia amigablede de una geometria rigurosa peeo solo perceptible cuando se la necesita. La geometría no es arquitectura, como la rima no poesía, pero tanto una como otra son herramientas necesarias para componer, incluso necesarias para decidir no hacer uso de ellas. Aprecio la "geometría asonante", que no genera sensaciones excesivas, más bien sutiles sorpresas formales, relaciones inesperadas, emoción contenida. En el fondo eso es lo que espero de la vida de ahora en adelante.

Han pasado casi diez años. Quería escribir de arquitectura y no he podido. Otra vez me he perdido en añoranzas. Otra vez el paso del tiempo, la mirada al pasado, haciendo trascendente lo que parecía trivial, atenazando el corazón. El paso del tiempo, dejando marcas en el cuerpo que antes no percibía, haciendome mayor, tocando con  la poca costumbre de mirar hacia atrás. Sentir de pronto el vértigo de la existencia inapreciada, existencia amplia y generosa, confusa e imprudente. Está claro que uno escribe para uno, para calmar la angustia, en este caso, producida por casi diez años que han pasado como un suspiro. Como decía mi padre.