miércoles, 18 de abril de 2018

Tertulia Alfonso Macua-3, 9 de abril de 2018


A las 11 (23h) de la noche, el maestro Pedro advierte, con tono de mayoral, "Gabriel, es menester que mañana estés listo temprano, que te iré a recoger para pasarnos por el mercao de Triana". Lo que mande, maestro, le contesté.

A las diez y media ya estaba en portal de mi bloque. Gabriel, cojones, que estoy aquí y no estás todavía. Estoy preparao, Don Pedro, estoy abajo al instante. 

Así comenzó la mañana, el paseo hasta la calle Pavia. Pedro, en el paseo deja su oficio de mayoral y se convierte en peregrino de Santiago, acompañante ameno e instruido y analista profundo de lo que ve. Una delicia de paseo con parada en el mercado de Triana. Todo se convierte en una inmensa y compleja exposición de naturalezas quietas y muy vivas.

A la llegada a Pavía nos encontramos la puerta abierta y la actividad rindiéndose a José Antonio, que nos recibe con un saludo sonriente, ejerciendo sin protagonismo.

Pedro replantea la jornada levemente programada e iniciada en Triana, previo los tres cigarrillos sueltos e ilegales, lego las dos ofertas de pan escoltado por Antonio.


martes, 17 de abril de 2018

Tertulia Alfonso Macua-2, 5 de marzo de 2018


El de noble pecho, el de corazón valiente, el sindicalista, hijo del trueno  ...

Tras diez años pergeñando crónicas, en loor de sus compañeros, el junco se venció.


Hasta aquí hemos llegado. A partir de ahora las crónicas  -nos advierte con el dedo levantado- las hacemos todos por riguroso orden de toca.  Después de estos diez años, si Antonio decide acabar con el monopolio de estas narraciones, sus razones tendrá. Se ha ganado el derecho a estar cansado. ¡Sic transit gloria mundi!

En estas -a partir de ahora- narraciones corales decido ser el primero. "Suerte, vista, y al toro”.

Es el encuentro del cinco de marzo. Toca comer y pegar la hebra. Seguimos con la "ceguera" del invierno y ha llovido poco, pero la mañana es de sol con algunas nubes altas.

A las once estoy debajo de la casa de Gabriel. Gabriel me da esquinazo y me cita en Plaza Nueva. Ya lo veo. He aquí la viva estampa de un fraile sin hábitos. Me comenta una oferta  bancaria que le parece extrañamente bondadosa. "Nadie da duros a cuatro pesetas", me dice.  "Y menos los bancos, Gabriel, y menos los bancos". Nos acercamos al Círculo, sorteando calles para evitar la Avenida. Por un momento .... No, no era posible. La puerta también es de un rojo furioso  y me confunde. La vespa roja, con el escudo de la Rioja, ya está por siempre huérfana de dueño. No la veré más.

Cuando llegamos, dentro, al fondo, está José Antonio. Saludos mensuales. José Antonio lleva ya un tiempo y ya está la rechoncha olla cociendo la olla. Por metonimia "olla" puede designar tanto el continente como el contenido. Emiliano, por aquello del invierno y porque la tomamos muy de vez en cuando, la propuso como ejemplo de comida consistente, auténtica comida de cuchara.
Siglos atrás, cuando la vida era dura y el hambre se avistaba a tiro de piedra, la olla era la reina de la cocina.  Se comía a todas horas y en las cuatro estaciones. Se distinguía entre olla y olla podrida. La olla normal sólo llevaba un tipo de carne -normalmente de baja calidad- y la olla podrida se diferenciaba de su compañera en que ésta podría llevar hasta tres y cuatro carnes distintas. Ambas, por supuesto, con sus añadidos de verduras, tocino y garbanzos.

¿Por qué "podrida"?

                "Pudose decir podrida en quanto se cueze muy despacio, que casi lo que tiene dentro viene a deshazerse, y por esta razon se pudo decir podrida, como la fruta que se madura demasiado "
                 
(Diccionario Cobarrubias. 1611 ).

El primer silbido de la marmita con los primeros comentarios. Nos ponemos manos a la obra  con los entrantes.  Propuse a José Antonio hace unos días, como entrantes, pimientos del piquillo con cebolleta y langostinos  y también unas anchoas en pan con tomate. Gabriel pela los langostinos y yo pico la cebolla. José Antonio quitando las primeras impurezas a la olla (espumar decía mi madre). Van llegando los amigos. Antonio y Luis  los primeros. La charla se vuelve más animada. Las primeras cervezas y los vermuts.

La una y media y ya está casi todo preparado. La olla sigue silbando. Aparece  Emiliano. Llega con Miguelito que hasta ahora mismo –por su trabajo– ni él  mismo sabía si asistiría.

Hoy estamos todos. Pleno al quince. En un instante de silencio súbito e involuntario, alguien se acuerda del amigo definitivamente ausente. Se levantan las copas y brindamos por su recuerdo.

Miguel cuenta un chascarrillo. Nos hace reir. ¡Qué gracia tiene el granaino!. Aunque –ahora que caigo-  Miguel nació en Gador (Almeria).  ¡¡Ya me extrañaba a mí !!.

Las dos y pico y ya hay apetito.

Los pimientos y las anchoas duran poco. Han salido ricos y además es la “hora del cabrero”. Alberto los prueba de milagro. Llega el último.

A la mesa -camilla, madre y protectora, donde nos espera el cocido y su parto la pringá.

Aquí es donde se miden los hombres !  ¡Cómo huele este potage, Dios mío!. Blanco, espeso, y los garbanzos enteros pero tiernos.  José Antonio ya ha apartado las carnes y el tocino. ¡Que hermosa pringá!.  Se come y se charla. De cuando en cuando un silencio comunal. Hay momentos en que la charla y la cuchara son incompatibles. Yo repito y creo que los demás también.  Menos Miguelito al que tengo a mi izquierda y lo miro de reojo. Siempre fue de poco comer por cosas de su estómago y de la puñetera bilis, según me contó alguna vez. Luego la pringá. Algunos se vencen. El  vino se acompasa bien con las carnes y el resbaladizo tocino.

Enrique propone que el grupo haga una escapada fuera en alguna de nuestras reuniones mensuales.   Bilbao (o Bilbo amigo Alberto) es su apuesta. Alguien suelta Las Alpujarras. Mucho me temo que ahí quedarán estas propuestas -al igual que otras- como telarañas en el techo de los buenos deseos. Nunca el grupo tuvo el don de organizar algún viaje de placer.

Emiliano saca al ruedo de la controversia la ley de memoria histórica y la denigrante situación de las fosas comunes. Se anima la chara. Antonio, siempre con rabia en las venas, habla del carlismo y de los curas trabucaires, y no  recuerdo a cuento de qué.

Estamos ya en los postres, y esta vez nos vienen por partida doble. De luis el trotamundos, y del vasco Alberto. La  plática va apagándose como se apaga la tarde invernal.  Café y unos chupitos y “Consumatum est”.

Son las 6,15 de la tarde. Los amigos se despiden a las puertas del Círculo y se citan para la próxima comida.

Será en abril, cuando ya asome la primavera, y en Algámitas  las yemas de mis chopos se estén, pausadamente, cambiando en hojas.

 ... Si somos vivos. 





Pedro