domingo, 2 de noviembre de 2014

Encuentro 1 de septiembre de 2014




En estas fechas andaba, como me es habitual en los veranos tardíos, por el Algarve (“El Oeste” o ”El Occidente”).

¿Por qué en el Algarve?

El Algarve lo crucé por primera vez, cuando tenía 25 años, a finales del 1975 en el apogeo de la revolución de los claves (25 de abril de 1974) para ir a vivir Lisboa y su revolución. Un momento de ensueño histórico para las clases trabajadoras del mundo que jamás olvidaré, nunca se borrará de mi mente los rostros de portugueses y portuguesas, de jóvenes convencidos de su protagonismo y de su futuro, todos hablaban con todos y también con  nosotros. Una alegría colectiva se adueñaba de todo, todos y todo el tiempo.

Fue nacionalizada toda la banca y la mayor parte de la gran industria, en esa situación llegamos al centro del laberinto con mi hijo de apenas un año y éramos testigos admirados de nuestros alrededores, desde la avda. Marqués de Pombal, en el hotel Lis sobrio y con el sabor añejo de Lisboa, mirábamos sorprendidos los pueblos con sus paredes pintadas con sueños, sus carreteras con mensajes a todo un país que se sabía con el futuro en sus manos.  

Un poco más tarde, cuando el Fado (1) se impuso con las ayudas reaccionarias internacionales y establecieron la constitución del 1976 que frenó a las fuerzas revolucionarias populares, allá, quizás, en el 77 o 78 , volví a cruzar Portugal desde Faro a  Oporto y me encontré a Portugal en silencio, un país que se movía en marcha lenta, ciudadanos respetuosos como siempre, pero cabizbajos. Pase por Grándola y crucé la bahía de Setúbal guiado por delfines, comí en el restaurante “La Democrárica” de Coimbra sobre tapetes pulcros de cuadros rojos y blancos, y escuché la tristeza en los fados de la venerada Natalaia dos anjos en Oporto y nos   emborrachamos en las bodegas de Oporto de tristeza de fado y de vinos blancos y tintos, de esos vinos del Duero que el mundo entero respeta y desea.


Hasta principios de los 80 no me repuse del impacto sufrido y volví al todavía desconocido Algarve y sus playas largas, frías y solitarias, cuando no recogidas y abruptas calas de difícil acceso, pero siempre de aguas transparentes y heladas. Conocí a mi amigo José Lourenzo Torres o Pepe Torres, natural de Aljezur, que durante el verano gestionaba un humilde bar-restaurante en Carrapateira de apenas tres mesas, “EL DESCONOCIDO MAESTRO DE LA CATAPLANA” jamás probé otras cataplanas como las de Pepe Torres (este año estaba cerrado),  y desde entonces no pasa un año que me reencuentre en Lagos con nuestros entrañables vecinos portugueses y pasee con mis hijos y nietos por la cosmopolita Lagos, nunca saturada, por La Luz, Burgau, Raposeira y sus playas de sugerentes nombres como Ingrina y Zavial y otras y otras…

Muchas historias más y otros personajes y vivencias han logrado que nuestro pequeño mundo familiar se extienda hasta el Algarve y éste forme parte de nuestros sentimientos y sueños tanto como Triana o la Macarena.

No obstante mi amigo Pedro, amigo común de todos nosotros desde sus raíces y entrañas, llamó para interesarse por donde andaba.

En fin, quizás más adelante anotemos el menú de este día, para como dice Alfonso no repetir.

¡Bueno! Como podéis comprobar ni aún no asistiendo al encuentro os libráis de una crónica. Nos vemos en el siguiente.


Antonio

(1) En palabras de Pessoa: … El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también le abandonó.
  



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